La arquitectura hostil, también conocida como “arquitectura defensiva” o “arquitectura anti-persona”, es una tendencia de diseño urbano que busca, de manera intencionada, modificar el comportamiento de las personas en los espacios públicos. Normalmente mostrada como una solución para «mantener el orden» y proteger edificios, genera bastante controversia porque afecta de manera directa a personas sin hogar ya que limita el uso que se realiza del espacio público.
A continuación, exploraremos en qué consiste este tipo de arquitectura, sus características principales y algunos de los dilemas éticos que plantea.
Tabla de contenidos
¿Qué es la arquitectura hostil?
La arquitectura hostil se refiere al diseño de espacios urbanos que utilizan elementos pensados para evitar ciertos comportamientos, aunque pueda confundirse con elementos simplemente decorativos. Algunos ejemplos serían bancos en los que la zona de sentarse está dividida por metales, superficies inclinadas y picos en el suelo. La idea de la arquitectura hostil es «proteger» los espacios públicos de las ciudades, pero esto trae consigo el problema de que acaba excluyendo a grupos vulnerables, impidiendo que puedan permanecer en estos lugares.
Aunque la arquitectura hostil tenga una larga trayectoria es más recientemente cuando ha tenido mas visibilidad debido a que un gran número de personas consideran que es un tipo de arquitectura que castiga a colectivos más pobres. Este tipo de arquitectura es más común en grandes ciudades teniendo un gran impacto en la vida urbana.
Principales características de la arquitectura hostil
1. Bancos incómodos o con divisores
Uno de los ejemplos más claros y comunes de la arquitectura hostil son los bancos con barras divisorias o inclinaciones poco naturales. Estos suelen encontrarse en parques o estaciones. Lo que ocurre con estos diseños es que intencionalmente evitan que una persona pueda tumbarse o permanecer mucho tiempo en ese banco. Lo que afecta de manera directa a personas sin hogar que pueden utilizarlo para descansar o dormir. Aunque desde un punto de vista de diseño puedan parecer especiales, su verdadero fin es evitar la permanencia de las personas.
2. Superficies inclinadas o irregulares
Otro recurso común son las superficies inclinadas, tanto en plazas como jardines o entradas. De nuevo, se evita la permanencia en ese espacio creando esa incomodidad en el diseño. Esto busca que el flujo de personas en estos espacios sea rápido y en constante cambio, lo que podría tener sentido para espacios de alta circulación pero reduce considerablemente el disfrute del espacio público.
3. Uso de picos o elementos puntiagudos
Uno de los elementos quizá más polémicos de la arquitectura hostil es el uso de picos de metal u otro material en lugares en los que alguien podría sentarse pero deja de poder hacerlo debido a estos picos, suelen encontrarse en entradas de edificios o esquinas de plazas. Además no tratarse de un diseño bonito, estos picos transmiten un mensaje claro de «aquí no puedes estar». Este tipo de diseño, además de ser peligroso genera un impacto directo en las personas sin hogar.
4. Barreras y obstáculos físicos en espacios de descanso
Otro ejemplo menos común es la instalación de barreras o cercos en lugares en los que podría uno descansar o sentarse sin problema. Algunos ejemplos sería jardines y otros lugares «habitables» que se bloquean intencionalmente, limitando su acceso y que solo existen para verlos, pero no habitarlos.
Dilemas éticos de la arquitectura hostil
Existen opiniones muy dispares con respecto a la ética de la arquitectura hostil. Algunos defensores afirman que resulta útil como herramienta para mejorar la seguridad mientras que en la opinión contraria otros opinan que es una manera de esconder problemas sociales más profundos. En lugar de prestar atención directa a estos problemas sociales, apoyando a personas sin hogar mediante refugios o programas de asistencia, la arquitectura hostil aparta de la vista el problema sin solucionarlo realmente. También se habla de que este tipo de arquitectura promueve la creación de prejuicios y deshumanización de estos colectivos.
Además, se defiende que el espacio público debería de ser un lugar para todos, independientemente de la situación económica o social en la que te encuentres. Lo que consigue finalmente la arquitectura hostil es espantar a personas de ciertos colectivos más vulnerables de lugares que se consideran espacio público.
¿Hay alternativas?
Afortunadamente, cada vez hay más voces que abogan por un diseño urbano inclusivo y accesible, que priorice el bienestar de todos. Arquitectos, urbanistas y activistas sugieren que el diseño de las ciudades debería ser más empático y adaptarse a las necesidades de sus habitantes, en lugar de tratar de controlarlas. El concepto de «urbanismo compasivo» está ganando fuerza, promoviendo una arquitectura que incluya áreas de descanso accesibles, espacios para socializar y zonas seguras para quienes necesitan más apoyo.
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